jueves, 24 de febrero de 2011

GTD para dummies: los 7 principios productivos

 
 

Enviado por Fon a través de Google Reader:

 
 

vía El Gachupas de Jero Sánchez el 23/02/11

GTD para dummies: los 7 principios productivos

No se puede asimilar un enfoque productivo como GTD sin entender los principios sobre los que se asienta. Más allá de recopilaciones, contextos, revisiones y otras muchas técnicas que aprenderemos más adelante, debemos tener claro por qué funcionan y por qué son necesarias. Si te dicen que debes hacer una lista de tus áreas de responsabilidad está muy bien pero, a menos que entiendas cómo esa lista te ayudará a ser más productivo, es casi seguro que terminarás abadonándola.

Por eso, he decido introducir GTD de una forma poco común, profundizando en algunos de los principios o leyes productivas universales que subyacen de él, en lugar de resumir los cinco procesos –recopilar, procesar, organizar, ejecutar y revisar–, y otras cosas que probablemente ya habéis leído muchas veces. Os aseguro que si interiorizáis estos principios, entenderéis por qué GTD es el camino, y obtendréis una buena dosis de motivación para ponerlo en práctica con éxito.

(NOTA: Este es un artículo más extenso de lo habitual; por favor, léelo cuando puedas disponer de al menos 10 minutos de tranquilidad).

1. Confiabilidad, o la mente es mala memorizando, pero excelente creando.

El principio de confiabilidad nos dice que debemos utilizar un sistema de organización que sea confiable –y mantener nuestros compromisos en la cabeza no lo es ;-) No solo eso, tratar de recordar más de un compromiso empieza a generar estrés, mucho estrés, incluso aunque no nos demos cuenta. Trabajar "de cabeza" nos llevará a un caos organizativo y productivo total, y con el tiempo, a la consulta del doctor.

Así que la conclusión es clara: sea cual sea el sistema de organización que empleemos, debe estar fuera de nuestra cabeza, y garantizar que encontraremos lo que necesitamos, cuando lo necesitamos –porque de nada sirve anotar una cita en un papel si al llegar la fecha se nos pasa.

Una vez consigamos liberar a la mente del trabajo de tener que recordar, sucederá algo asombroso: no sólo desaparecerá el estrés, sino que empezaremos a ser mucho más creativos. Justo lo que necesitamos para resolver los problemas a los que nos enfretamos cada día, y llevar a cabo nuevos proyectos que nos hagan crecer personal y profesionalmente.

2. Acción, o no podemos hacer cosas e ideas, solo acciones.

Casi todos tenemos la mala costumbre de anotar las ideas tal y como salen de nuestra cabeza, sin darles forma. Así, sucede que tenemos en la lista de pendientes tareas del tipo "preparar las vacacaciones de verano", sin poder avanzar durante semanas, o incluso meses.

El problema es el principio de acción. El verbo "preparar" es demasiado genérico, no eboca una acción física que podamos hacer sin tener que pensar lo que significa. Podemos "buscar un hotel", o "reservar un vuelo", o "investigar lugares de interés en Internet". Estas son acciones claras y bien definidas. Pero no podemos "preparar las vacaciones" sin tener que pensar en todos los detalles que implica "preparar" –por cierto, este podría ser un buen nombre para un proyecto, pero nunca para una acción.

Mientras una tarea esté sin procesar –es decir, sin descomponer en cosas que podamos hacer ya, en este momento–, es casi seguro que la ignoraremos sistemáticamente.

Así pues, las ideas no se pueden hacer, ni siquiera las tareas. Solo podemos hacer… ¡acciones! Por eso, nuestro sistema de organización debe proveernos de los mecanismos necesarios para analizar todo lo que salga de nuestra cabeza y descomponerlo en sus acciones atómicas. De otro modo no funcionará.

3. Contexto, o para poder hacer algo deben darse las circunstancias adecuadas.

La mayor parte de los métodos de organización "clásicos" –anteriores al año 2000–, fallan estrepitosamente a la hora de dar cabal cumplimiento a este principio. Desde niño nos enseñaron a "programar" nuestras tareas por adelantado –el lunes esto, el martes esto otro…– sin darnos cuenta de que no es suficiente con desear para poder hacer las cosas.

Hay muchos factores que influyen a la hora de poder hacer algo. Por ejemplo, de nada nos sirve querer prospectar clientes por teléfono esta mañana, por muy prioritario que sea, si nos convocan a una reunión urgente, amanecemos con resfriado, o se avería el conmutador telefónico de la oficina.

Una estrategia más inteligente es tener organizadas todas nuestras acciones –no las tareas, no las ideas… las acciones– en función de los distintos factores o contextos que posibilitarán su ejecución. De este modo, en cada momento nos limitaremos simplemente a seleccionar aquellas acciones que podamos llevar a cabo dadas las circunstancias actuales, e ignoraremos el resto –al menos temporalmente, hasta que también se den las circunstancias adecuadas para ellas.

Un sistema que no contemple el principio de contexto será muy ineficiente, y en determinados casos totalmente inservible.

4. Entropía, o todo orden tiende al desorden, a no ser que hagamos algo al respecto.

La parte más fácil y gratificante de empezar a utilizar un sistema de productividad personal es organizar el desorden en que generalmente estamos inmersos. Es difícil describir la sensación de éxito que sentimos cuando conseguimos clasificar nuestras acciones en listas, nuestros documentos de papel en archivos, y nuestros compromisos en un calendario. El problema es que muchas veces pensamos que esta es una actividad de "sólo una vez"… ¡error!

Nos guste o no, todos los días siguen llegando a nuestro radar nuevos papeles, nuevas tareas –que tenemos que procesar–, nuevos compromisos… y algunos de los que ya tenemos en nuestro sistema dejarán de ser relevantes. Y si no organizamos lo que llega nuevo, y eliminamos lo antiguo que ya no sirve, nuestro sistema pronto dejará de ser completo, y por ende, dejará de ser confiable. Todo el esfuerzo que hicimos al principio no habrá servido para nada.

Nuestro sistema debe proporcionarnos directrices claras para asegurarnos de que siempre está actualizado, con lo último de lo último, y no contiene "basura".

5. Relevancia, o hacer muchas cosas no significa necesariamente ser productivo.

Este es quizá el principio de productividad más importante de todos, y que ignora la inmensa mayoría de sistemas llamados "ligeros" –como ZTD y Autofocus. De hecho, casi todo el mundo califica a estos sistemas como "sistemas de productividad", cuando en realidad son simples "sistema de organización y ejecución" de tareas.

El principio de relevancia nos dice que toda acción debe tener importancia en el contexto de nuestros propósitos y metas. Llenar nuestras listas de acciones y terminarlas, sin un propósito definido, no es productividad. Es más, ni siqueira deberíamos dejar entrar en nuestro sistema nada que no vaya enfocado, directa o indirectamente, a un objetivo a medio o largo plazo en particular.

Un verdadero sistema de productividad debe tener en cuenta alguna forma de asegurar que vamos por buen camino, que lo que hacemos tiene sentido, que "no estamos subiendo la escalera, pero del edificio equivocado". Y debe darnos la oportunidad de cambiar de dirección cuando cambien nuestras metas –porque si hay algo seguro en esta vida es que todo cambia.

6. Simplicidad, o las cosas deben ser lo más simples posibles, pero no demasiado simples.

Las cosas sencillas generalmente funcionan mejor que las complicadas –este principio no es más que la aplicación del principio de la navaja de Ockham a la productividad. Sin embargo, un exceso de simplicidad puede derivar en problemas igual o más graves que un exceso de complejidad.

Un ejemplo claro lo tenemos en ZTD. Desde mi punto de vista, Leo Babauta –autor del método–, simplificó tanto GTD que finalmente se ha convertido en algo inservible para darle dirección a tu vida. Reconozco que su trabajo aporta muchas ideas interensantes, como sus celebérrimas TMI o Tareas Más Importantes –que por cierto, no son idea suya–, pero definitivamente falla para cualquier que tenga una vida relativamente compleja; o sea, la gran matoría de la Humanidad.

Por tanto, no debemos sucumbir a la tentación de simplificar en exceso. La productividad personal, la de verdad, requiere de trabajo y dedicación, no hay atajos. Utilizar algunos sistemas "de productividad" es como hacer la dieta del repollo: si solo comes sopa de repollo durante 7 días, seguro perderás peso, al menos de momento; pero si quieres perder peso de manera efectiva y permanente, la única forma es hacer una dieta balancenada y ejercicio… punto.

7. Naturalidad, o trabajar de forma natural siempre funciona mejor.

Por último, el principio de naturalidad nos recuerda que debemos hacer caso a la forma en que funciona nuestro cerebro y nuestro cuerpo de manera natural. Intentar hacer las cosas en contra de la manera en que funcionamos no suele funcionar, o si funciona es a costa de un enorme desgaste mental –y seguramente mucho estrés.

Por ejemplo, averigüemos qué horarios son los más productivos para nosotros, y organicemos nuestro trabajo entorno a ellos. Algunos prefieren la mañana, otros la tarde o la noche. En ningún caso nos empeñemos en levantarnos a las 5 de la mañana, por mucho que sea la moda, si nuestros biorritmos –o ritmos circadianos–, nos aconsejan otra cosa.

Lo mismo puede decirse de la manera de gestionar los proyectos, algo en lo que David Allen hacen mucho hincapié. No respetar la forma natural en que pensamos y resolvemos los problemas generalmente lleva a retrasos en la entrega de resultados, exceso de trabajo y estrés.

¿En qué medida encajan estos principios en el sistema de productividad personal que utilizas actualmente? Comparte tus ideas con nosotros en un comentario.

Artículo original escrito por Jero Sánchez. Sígueme en Twitter.

Foto por the yes man (via Flickr)

¡No te pierdas estos otros artículos!

  1. GTD para dummies: el compromiso
  2. GTD para dummies


 
 

Cosas que puedes hacer desde aquí:

 
 

jueves, 10 de febrero de 2011

Claves para actuar ante tareas imprevistas y marrones

 
 

Enviado por Fon a través de Google Reader:

 
 

vía ThinkWasabi de Berto Pena el 6/02/11

Tienes tu plan de tareas listo, empiezas a trabajar con ganas y, de repente, tu jefe o el cliente de turno viene con una tarea imprevista con la no contabas. Y no es un encargo cualquiera. Es algo que hay que "hacer para ayer" y que además te va a llevar bastante tiempo. En ese momento, tu planificación y tus objetivos para el día, se van al carajo. Te acaban de romper tu plan de tareas.

¿Hay forma de manejar esas situaciones? ¿Es posible minimizar el impacto de esos imprevistos? ¿Hay manera de cumplir con el resto de tareas que había planificado? Atento, porque quizás en estas claves que a mí siempre me han ayudado encuentres alguna pista para ti.

1Termina la tarea en la que estabas

La urgencia con la que ha aterrizado la nueva tarea te empujará a dejar todo lo que estabas haciendo para ponerte con ella cuanto antes. No lo hagas. Salvo que estuvieras en medio de una tarea menor o rutinaria, fácilmente sacrificable, por nada del mundo dejes a medias lo que estabas haciendo. Ese será un nuevo frente abierto que luego te costará mucho más retomar y terminar. Una tarea a medias es una tarea que siempre se complica y en la que luego tardas más tiempo.

2Analiza tu plan con serenidad

En esos momentos lo más normal es entrar en "modo cabreo" o "modo pánico". O los dos. Te acaban de descolocar tu plan de trabajo y eso no gusta a nadie. Tras la primera reacción es imprescindible actuar con calma para así poder acertar en tus decisiones.

Ahí es donde se demuestra la importancia de contar con un plan de trabajo diario. Si lo tienes, puedes echar mano de él y estudiar cómo recolocar (con criterio) las piezas del rompecabezas para ese día. Te acabas de perder, pero cuando cuentas con ese "mapa" es mucho más fácil reorientarse y ponerse de nuevo en marcha. Sin él, la desorientación dura más tiempo y al retomar la marcha seguramente tomarás malas decisiones.

3NO toques ni retrases las tareas Clave

Generalmente estas tareas que llegan de sopetón son grandes, exigentes y requieren tiempo. Lo más habitual es hacerles sitio sacrificando otra de las dos o tres grandes tareas del día, una tarea Clave. Es normal verse tentado por ello. Por nada del mundo toques esas tareas. Porque detrás de ellas encontrarás los avances y cumplir los objetivos que tú esperas de tu propio trabajo.

Sacrificar y posponer esas tareas supone trabajar a ritmo de urgencias y nunca hacerlo en función de resultados. Contén el primer impulso, porque te verás tentado a mover esas tareas grandes a otro día. Protegerlas y hacerlas ese día es garantizar avances de verdad y no trabajar según el dictado de lo último en llegar.

«Ya, vale, pero, ¿cuándo hacerlas si la otra tarea que me acaba de caer me va a llevar media mañana?» Vas a "robar" tiempo de otros rincones… menos importantes.

4Cancela todas las reuniones y salidas

Las reuniones, y especialmente aquéllas que exigen un desplazamiento fuera de la oficina, son un ladrón de un tiempo que en ese momento necesitas encontrar a toda costa. Si ese día había alguna prevista, muévela y cancélala (o como mucho arrincónala al final de la jornada). Ese día no estás para regalar alegremente tu tiempo. Lo principal ese día es hacer las 2-3 tareas Clave que habías previsto y cumplir con la tarea-bomba que te han soltado. Todo lo demás, ese día, es gratuito, accesorio y secundario.

Saca tu mejor repertorio de excusas o practica frente al espejo tus sonrisa más convincente. Después habla cuanto antes con la otra persona(s) para mover la reunión a otro día. Vete por delante con un par de alternativas para proponerles; y si puede ser, para esa misma semana.

Lo principal ese día es hacer las 2-3 tareas Clave que habías previsto y cumplir con la tarea-bomba que te han soltado.

5Retrasa las tareas menores

Dentro de tu planificación para ese día habrá otras muchas tareas de menor importancia. Tareas que, perfectamente, puedes hacer al día siguiente. ¿Es eso Procrastinar? No, para nada. Eso es actuar con juicio productivo ante una situación inesperada que amenaza tu trabajo diario.

Recorre rápidamente tu plan de tareas e identifica aquellas tareas que puedes mover a mañana o bien otro día de la semana. Pero no digas "ya las haré". Ponle fecha y hora en tu plan semanal para darles salida en cuanto antes.

6Comprime el resto de tareas rutinarias

No obstante, habrá otras muchas tareas menores, periódicas y rutinarias, de las que no podrás desembarazarte. Las tienes que hacer sí o sí. En ese caso, y en ese día más que nunca, recorta drásticamente el tiempo que les dedicas. Si habitualmente le dedicas 60 minutos al Email, comprométete a reducir esos minutos al máximo: 40, 30 ó 25 minutos.

Informes y reportes, chequeos, logs, backups, mantenimiento, cifras y visitas, lectura online… Ese día no estás para "lujos" y no puedes permitir perder tiempo, energía y atención en tareas rutinarias. Si consideras que no puedes dejarlas para otro día, hazlas; pero al menos sin que te roben demasiado. De lo que se trata es de encontrar tiempo debajo de las piedras para hacer (bien) la nueva tarea imprevista.

7Delega o comparte algunas tareas

En tu planificación verás ciertas tareas menores que, o bien pueden hacer otras personas, o bien pueden ayudarte a hacerlas. Detéctalas, levántate y vete a hablar con ese compañero. «Mira el pedazo de marrón que me acaban de soltar. Tal vez hoy me pudieras echar una mano para completar este otro informe».

Naturalmente que no se trata de endosarles a ellos otro marrón y multiplicar el problema a lo largo y ancho de la oficina. Se trata de buscar ayuda para hacer tareas menores o rutinarias, y despejar así la mañana o la tarde para poder terminar la urgencia de tu jefe o cliente.

Las tareas imprevistas, los marrones urgentes, son algo con lo que hemos de saber convivir. Y eso supone conciliar el imprevisto con el resto de tareas (importantes y menores) que esperamos y queremos hacer cada día. Espero haberte dado alguna pista que te ayude en esa misión.


 
 

Cosas que puedes hacer desde aquí:

 
 

jueves, 3 de febrero de 2011

Como detectar las "Reuniones Tóxicas"

 
 

Enviado por Fon a través de Google Reader:

 
 

vía Habito|Zen de Facundo Arena el 1/02/11

Las reuniones de trabajo son un arma de doble filo. Son necesarias, pero también son una de las principales amenazas a la productividad en nuestro desempeño diario. Las reuniones son eventos que nos obligan a interrumpir nuestro flujo natural de actividad productiva, nos sacan de contexto y nos ponen en situación de tener que realizar un esfuerzo para luego poder retomar el ritmo natural de trabajo después. Como dije en un comienzo, las reuniones son necesarias, pero en 4 de cada 5 reuniones que duran más de 30 minutos, se podría haber llegado a la misma conclusión en solo 10 minutos si:

- Cada uno de los asistentes llega a la reunión con una idea clara de lo que se va a debatir, y los diferentes caminos a tomar. Esto requiere una investigación previa que generalmente pocos realizan.

- Cada uno de los asistentes llega a la reunión con una postura abierta, dispuesto a escuchar a los demás y tomar en cuenta sus sugerencias para lograr llegar a una resolución democrática.

Como esto en general no sucede, debemos utilizar la Inteligencia Social para detectar cuando una reunión es, más que un evento productivo, un sinsentido. A continuación, algunos signos de "reuniones tóxicas":

- Cuando uno o más de los miembros de la reunión está más pendiente de la pantalla de su celular que de la cara de sus compañeros.

- Cuando uno o más de los miembros de la reunión ofrece más chistes y anécdotas que información de valor que aporte a llegar a una conclusión concreta.

- Cuando uno o más de los miembros de la reunión está obstinado en que su postura es la única opción válida, y su esmero en convencer al resto lo lleva a comunicarse en un tono que desmerece la opinión ajena.

- El tiempo típico de atención generalmente está entre los 15 y los 20 minutos. Si luego de ese tiempo no se llegó a una primer conclusión "guía", entonces estamos en problemas.

- Cuando la conversación se basa en conceptos demasiado abstractos. Mucha gente tiene la elocuencia suficiente para comunicarse en estos términos; pero al fin de cuentas lo que importan son las acciones concretas.

- Cuando se repiten sistemáticamente los siguientes signos en algunos de los miembros de la reunión: Caras de preocupación, bostezos, dibujos en el anotador, miradas perdidas y jugueteos con el teléfono celular.

En estos casos, está en el líder de la reunión en tomar la decisión de remontar la situación tratando de generar un incentivo que motive a las neuronas del resto a funcionar, o postergar la reunión para otro momento de mayor lucidez conjunta.

 
 

Cosas que puedes hacer desde aquí:

 
 

miércoles, 5 de enero de 2011

Cómo leer libros de forma eficaz

Enviado por Fon a través de Google Reader:


Se nos ha enseñado a leer de izquierda a derecha, de arriba a abajo y desde la primera página a la última, suponiendo claro que seamos occidentales. Sin embargo esta técnica puede no ser muy eficiente si lo que estamos leyendo no es una novela o si no estamos leyendo por puro placer. Por ejemplo, si se está estudiando, ya sea una oposición o para un exámen, no es necesario empezar por el prólogo, agradecimientos, y acabar en el epílogo. No tiene sentido. Yo mismo he caído en este error mucho tiempo, por eso quiero compartir con vosotros algunas técnicas para leer de forma efectiva.
Aunque los libros en papel tengan un futuro algo incierto, el caso es que cada día tenemos mas cosas que leer, informes, trabajos, memorandos, ensayos, libros técnicos o de autoayuda. Es para la lectura de estos libros cuando nuestro modo habitual de leer es altamente ineficaz. De hecho, una vez que se aprende a leer, unas técnicas de lectura eficaces es una de esas cosas que se debeerian enseñar en la ecuela.
El articulo de hoy os dará algunas pistas para usar unas técnicas que os permitiran, leer más, mejor y más rápido

La velocidad media de lectura es de unas 200 palabras por minuto. Esto se debe a que lees verbalizando mentalmente las palabras. Esto no es necesario. El cerebro, convenientemente entrenado es capaz de procesar la informacion leida mucho mas rapidamente evitando esta verbalización. Con el adecuado entrenamiento se puede llegar a casi ¡1000 palabras por minuto!
Pero además de mejorar la velocidad de lectura, también es necesario adoptar ciertas técnicas para sacarle todo el jugo posible a nuestra lectura. Por ejemplo,
Leer ideas
  • Priming. Saber qué estamos buscando con la lectura del libro en cuestión. Mientras que en un novela generalmente queremos dejarnos sorprender, cuando elegimos otro tipo de libro, estamos buscando un tipo de información concreta, ¿qué pretendo aprender de este libro? ¿cuáles son los principales objetivos que busco? Saber qué estamos buscando exáctamente nos ayudará a separar el grano de la paja. Todos los autores tienden a divagar en cierto modo, y saber qué buscamos nos ayudará a evitar estas divagaciones y centrarnos en lo que íbamos buscando. Ya habraá tiempo para detenerse en los detalles. De hecho, hay estudios que demuestran que muchos de los libros técnicos se pueden resumir en un gran porcentaje.
  • Notas. Es fundamental tomar notas. Los libros técnicos, no son novelas, los debemos usar como herramientas. Quizá tengamos en la cabeza la idea de que "NO SE PINTAN LOS LIBROS", me parece un consejo horrible. Si es nuestro, debemos subrayar, anotar, doblar esquinas en cada pasaje o cita que nos aporte algo. Por supuesto, si no es nuestro, debemos tener a mano un buen cuaderno de notas de lectura, en el que recojamos todo esto. Si estás leyendo en formato electrónico, deberías usar evernote o algo similar para que las ideas no se pierdan.
  • Índice y glosario. Antes de empezar a leer, ¿echas un vistazo al índice y al glosario? Ambos te dan una idea muy precisa de lo que te puedes encontrar. El índice además, te informará de cómo el autor ha estructurado la información. De qué quiere que leas antes o te permitirá elegir tu propia hoja de ruta por las páginas del libro. En el glosario, podrás saber si el libro está tratando los temas (por palabras clave) que más te interesa. Por ejemplo, si buscas información sobre el IVA y en el libro solo aparece citado en dos sitios, quizá no sea la mejor elección.
  • Leer revisiones del libro. Puede ser muy útil leer las revisiones que otros hayan hecho de un libro. Tanto las buenas como las malas. Yo personalmente empiezo por estas últimas, para ver qué tipo de críticas se han hecho del libro y por qué. El sistema de Amazon me parece particularmente bueno (aunque necesitas un buen nivel de inglés). También puedes buscar en foros de libros o blogs de la temática del libro.
  • Primer vistazo general. Recuerda, no estás leyendo una novela, estás leyendo un libro para aprender o ampliar tus conocimientos en algo. No pasa absolutamente nada porque no lo leas de principio a fin. Lo mejor que puedes hacer es echar un vistazo general, usando el índice o el glosario, e ir por todo el libro leyendo pasajes sueltos o algún capítulo. Esto nos permitirá ver si el libro será realmente de nuestro interés o qué partes son las que van a tener más miga.
  • Buscar tu momento. Leer debería ser algo que se hiciera con concentración. No voy a decir con los cinco sentidos (en los ebooks se pierden olores…) pero casi. Dedica tiempo para leer y SOLO para leer. Un sillón, un bloc de notas, una mesa, una cafetería o un restaurante. Busca tu momento, y si es preciso madruga (si te gusta). Concentra tus estímulos y atención en el libro que tienes entre tus manos. La capacidad de aprendizaje se disparará.
  • Defender la lectura como trabajo. Leer es trabajar. Muchas veces, he estado leyendo (libros técnicos) un buen rato en el trabajo. El retorno de la inversión ha sido brutal. Por desgracia, cuando uno lee en el trabajo, los demás le miran como si estuviera perdiendo el tiempo. He oído comentarios como "qué suerte, que tienes tiempo para leer en el trabajo". Claro, estoy trabajando, me estoy preparando para lo que voy a hacer. Muchas veces he empezado cosas nuevas sin saber. Más tarde me he dado cuenta, que si hubiera dedicado un par de horas a leer un buen manual o libro, me hubiera ahorrado mucho tiempo. Si se siguen las estrategias que os planteo aquí, leer en el trabajo puede ser la tarea más productiva del día. No la menospreciemos.
  • Comparte tu lectura. Una de las mejores formas de fijar lo que has leído es hablar sobre el libro con otra persona. Aprovecha esta oportunidad siempre que puedas. Cada persona hace una interpretación muy personal de los libros, y cada uno extrae sus propias ideas y conclusiones. Por desgracia, cada vez leemos más para nosotros solos y no compartimos lo que leemos. Si no puedes hablar con nadie, deja una revisión en algún foro o blog sobre el libro. Los comentarios de los demás lectores harán el mismo papel.
Por supuesto, esto no aplica a la lectura de una novela o una poesía por puro placer. En este caso deleitarse con las palabras y con los sonidos e imagenes que evocan en nuestra mente es casi una obligación.
¿Qué técnicas usáis vosotros para sacar el máximo provecho a vuestras lecturas? ¿Tenéis la costumbre de leer todos los libros de la misma forma? ¿Os habéis planteado usar otras técnicas?


Cosas que puedes hacer desde aquí:

12 hábitos productivos para el nuevo año

Enviado por Fon a través de Google Reader:

vía El Gachupas de Jero Sánchez el 2/01/11


1. Reduce, tira, borra, regala. Nuestra vida está llena de excesos, cosas que no necesitamos o no utilizamos. Contactos de la agenda y de redes sociales, ropa, objetos personales, lecturas de periódicos y blogs, programas de televisión, software del ordenador… Incluso los minimalistas consumados terminan acumulando con el paso del tiempo. Planea una sesión de 10 minutos a la semana y elimina algo innecesario de tu vida. O por qué no, inicia un proyecto de reducción de objetos personales.
2. Mantén ordenado tu archivo. Un aspecto fundamental para ser más productivo es encontrar lo que necesitas, cuando lo necesitas. Trata de mantener siempre tus archivos en orden, tanto en el ordenador como en papel. Desde el tradicional sistema A-Z hasta el original sistema Noguchi, pasando por mi sencillo método de archivo digital, o el completísimo sistema Firthunands basado en el sistema de la Biblioteca del Congreso. Elige el que mejor se adapte a tu situación, pero no dejes de tener un sistema de archivo.
3. Lleva siempre contigo una grabadora. Las ideas pueden surgir en cualquier momento, y no siempre podemos anotarlas en una libreta. En el coche, el gimnasio o caminando por el parque, a veces la mejor opción para capturar las ideas es una rápida nota de voz. Después pásalas a tu sistema de productividad una vez al día.
4. Lleva un registro de lo que completas. Cuando sientas que no estás siendo suficientemente productivo o te falte motivación para seguir adelante con tus proyectos, echa un vistazo a lo que ya has completado. Cuando estamos inmerso en el día a día, es fácil perder la perspectiva y olvidar todo lo que hemos conseguido. Para ello, puedes llevar una lista de proyectos terminados, o utilizar el registro de tareas completadas de tu programa de productividad favorito.
5. Digitaliza todo lo que puedas. Por muy eficiente que sea un archivo de papel, siempre se podrán encontrar más rápidamente las cosas en su formato digital. Además, reducir el archivo de papel tiene otras ventajas, como por ejemplo salvar árboles, ahorrar espacio físico, facilitar las copias de seguridad de los documentos importantes, agilizar las comunicaciones, etc.
6. Aprovecha los "tiempos muertos". En realidad no existen tales "tiempos muertos", sino espacios de tiempo en los que no tenemos planificado ningún trabajo. Todo el tiempo está muy "vivo". La sala de espera del médico, los traslados en metro o autobús, los minutos anteriores a una reunión… son candidatos excelentes para hacer esas tareas de baja intensidad que llevan días en las listas de próximas acciones. La lectura de un artículo de una revista, felicitar a un amigo por teléfono, consultar de un horario o un precio en Internet, hacer un checklist para el próximo viaje, y muchas más. Aprovecha los tiempos muertos para seguir avanzando.
7. Lee más rápido. La lectura rápida –es decir, la lectura por encima de 400-600 palabras por minuto– es una técnica que nos permitirá aumentar la productividad al leer textos de trabajo y estudio. Informes, artículos de blogs, libros técnicos y todo tipo de textos no literarios deben leerse lo más rápido posible. Al aprender a leer a alta velocidad, no sólo estaremos procesando mucho más material escrito, sino que mantendremos nuestro cerebro en buena forma durante más tiempo.
8. Organízate todos los días. Cada noche antes de ir a dormir repasa tus listas de tareas, actualízalas con las tareas completadas, y selecciona las tareas más importantes que llevarás a cabo en primer lugar al día siguiente. Asegúrate de que las tareas que elijas estén directamente relacionadas con los proyectos y objetivos que te pueden aportar algún valor, o que se han convertido en urgentes por algún motivo.
9. Automatiza siempre que puedas. Es increíble la cantidad de tiempo que podemos ahorrar automatizando algunas tareas. Crea reglas de correo para el spam o los correos que archivas de forma repetitiva, en lugar de revisarlos manualmente; domicilia todos los pagos de servicios en una cuenta de banco, en lugar de ir al banco o entrar a tu cuenta por Internet; utiliza las funciones de Excel para resumir datos o filtrar información. Las posibilidades son virtualmente infinitas.
10. Desconéctate cuando trabajes. Acostúmbrate a aislarte cuando inicies un bloque de trabajo –si utilizas la técnica Pomodoro, debes aislarte durante los 25 minutos que dure cada sesión. Apaga el teléfono móvil; cierra la aplicación de correo, Messenger, Twitter, Facebook…; incluso vete a una sala de reuniones que no esté siendo utilizada si tus compañeros te están interrumpiendo constantemente. El tiempo que dediques a avanzar en tus proyectos debe ser de máxima calidad y concentración.
11. Revisa menos el correo. De forma ideal no sólo deberías mantener cerrado el programa de correo durante las sesiones de trabajo. Deberías hacerlo todo el tiempo que puedas. Comprueba y procesa el correo sólo 2-3 veces al día –un poco más si tu trabajo te obliga a ello. Si algo es urgente seguro te lo harán saber por otros medios ;-) Aprovecha ese tiempo para hacer otras cosas de valor, como archivar, devolver llamadas, leer un blog de tu interés, o salir a dar un paseo y despejarte.
12. Haz copias de seguridad. Incluso si tienes otras formas de conseguir los datos perdidos, siempre será más rápido, seguro y eficiente hacerlo a partir de una copia de seguridad. Además, aunque hoy en día está de moda almacenar todo en la "nube", no todo se puede –o se debe– guardar en Internet. Así que haz copias de seguridad de tus archivos digitales, y también de tus documentos de papel importantes, como contratos, escrituras, pasaporte, documento de identidad, etc. Ya sea como fotocopia o, aún mejor, de manera digital. Créeme, en algún momento agradecerás haberlo hecho.
Artículo original escrito por Jero Sánchez. Sígueme en Twitter.

jueves, 16 de diciembre de 2010

GTD: La revisión semanal

 
 

Enviado por Fon a través de Google Reader:

 
 


GTD: La revisión semanal

La revisión semanal es aquella que hacemos desde un punto de vista más amplio que la revisión continua. Si la revisión continua nos sirve para actuar en el momento con la tranquilidad de que nuestras acciones nos van a llevar a nuestros objetivos, la revisión semanal busca la confianza en nuestro sistema en otro nivel.

Tiene dos objetivos principales. Por un lado, nos pasamos los días con prisas, tomando decisiones bajo presión, sin tiempo a pensar en lo que estamos haciendo, porque el ritmo de lo que pasa a nuestro alrededor nos absorbe. Durante la revisión semanal nos reservamos un tiempo para pensar con calma en todas las acciones y proyectos, y aquello que nos ha sucedido durante la semana.

Por otro lado, comprobamos que las próximas acciones y los proyectos que tenemos en marcha sean coherentes (es decir, no tenemos acciones de proyectos cerrados, y no tenemos proyectos abiertos sin acciones definidas), y revisamos que tanto los proyectos como las próximas acciones estén al servicio de nuestros objetivos. Esto, y vaciar la mente de todo lo que aún estemos reteniendo ahí, nos dará una confianza extra sobre nuestro sistema complementaria a la de las revisiones continuas.

La lista de control para realizar una revisión semanal es:

  • Recopila cosas sueltas. Pon en tu bandeja de entrada todas las notas sueltas que tengas, anotaciones de reuniones que has tenido durante la semana, 'post-it' que has acumulado, tarjetas de visita, facturas o tickets de caja, etc. Esto no se limita al papel, pon en la bandeja también pendrives USB o tarjetas de memoria que estén pendientes de revisar y cualquier cosa que esté fuera de su sitio porque no has tomado ninguna decisión al respecto. Busca también notas en tu bolso, en tu cartera, en tu teléfono móvil. No queremos que nos quede ningún fragmento de información sin procesar en ningún rincón.
  • Procesa tus notas. Es el momento de procesar todas las notas que has recopilado, pero de una forma muy consciente. En la revisión semanal estamos pensando a otro nivel: hemos de ser unos 'ninjas' del procesado y ser capaces de juntar acciones y proyectos, notas, ideas, recuerdos de las reuniones y conversaciones que hemos tenido esta semana, y nuestros objetivos. Hemos de juntar todas estas cosas y saber cruzar toda esta información para tomar decisiones sobre qué es lo más importante, cuáles son los proyectos que debemos llevar a cabo y qué próximas acciones vamos a hacer durante los próximos días.Por eso, procesa tu bandeja a conciencia; revisa todas las notas que hayas tomado en tu agenda, revisa las listas de 'Algún día/tal vez' y las de 'A la espera'. Procesa cualquier idea o recuerdo que tenga que ver con tus proyectos. Organiza tu material 'Para leer'.
  • Citas previas. Repasa en tu calendario las citas que has tenido estos días atrás. Busca llamadas y reuniones que hayas hecho, y recuerda qué es lo que hablaste en ellas. Toda esa información tiene que entrar en el juego de cruzar la información y tomar decisiones. Recuerda si te comprometiste a algo y has de apuntar próximas acciones. Busca elementos pendientes. Archiva los datos obtenidos y asegúrate de cerrar la revisión con la agenda de esta semana cerrada.
  • Citas futuras. Echa un vistazo al calendario de los próximos días, semanas y meses. ¿Tienes la próxima semana alguna reunión? Quizá debas preparar algo de material o enviar el orden del día a los participantes. Anota estas próximas acciones que se te ocurren relacionadas con las citas futuras. De la misma forma, revisa los eventos a largo plazo; si por ejemplo son fechas de entrega de un proyecto muy grande tendrías que estar tomando acciones desde ahora.
  • Vacía la mente. Pon por escrito todo lo que se te ocurra. Organízalo según sean las ideas: anótalo en el contexto correspondiente de tus próximas acciones, en la lista de 'Algún día/tal vez', en la lista de cosas que están 'A la espera' de otra persona, o quizá agrupar varias acciones en un proyecto común, etc.
  • Revisa los proyectos. Repasa tu lista de proyectos y comprueba cuáles son válidos o cuales ya no tienen sentido y se deben abandonar. Comprueba también si has conseguido con cada uno el objetivo que te proponías y si por tanto es el momento de darlo por cerrado. Echa un vistazo dentro de cada uno de ellos y verifica si hay alguna próxima acción más que puedas definir. Compáralos también con las listas de próximas acciones y asegúrate que todos los proyectos abiertos tienen alguna próxima acción en las listas; de lo contrario tendrías un proyecto estancado.
  • Revisa las listas de próximas acciones. Tacha acciones que ya estén hechas. Busca recordatorios de acciones y anótalas en la lista correspondiente.
  • Revisa la lista 'A la espera'. Revisa lo que esté a la espera y hazle un seguimiento adecuado según convenga.
  • Revisa las listas de control. Revisa si hay algo en tus listas de control que deberías haber hecho y no has hecho todavía.
  • Revisa la lista de 'Algún día/tal vez'. Comprueba si hay algún proyecto que haya pasado a estar activo y muévelo a la lista de proyectos. Revisa si es el momento adecuado para empezar algún otro proyecto de esta lista. Borra los elementos que ya no tengan interés.
  • Revisa el material de apoyo. Comprueba que tengas actualizada toda la información sobre los proyectos, elimina aquél material desfasado o inútil.
  • Sé creativo y valiente. ¿Tienes alguna idea creativa, provocadora y arriesgada que meter en tu sistema?

Fotografía: Sparks Fly, de Axel-D

Artículo original de Daniel Aguayo en Du Tudú.


 
 

Cosas que puedes hacer desde aquí:

 
 

GTD: La revisión diaria

 
 

Enviado por Fon a través de Google Reader:

 
 


GTD: La revisión diaria

La revisión continua era aquella revisión que hacemos con mucha frecuencia para mantener el sistema a punto, para lo que necesitamos en el día a día. Haciendo esto podemos mantener la confianza en el sistema. Esta revisión se hace 'tan frecuentemente como necesitemos'.

Para los que nos gustan que nos den pautas más específicas, podemos hacer una versión de la revisión continua cada tarde-noche al llegar a casa, y convertirlo así en el hábito de la revisión diaria.

Los pasos para una revisión diaria son:

  1. Revisar las listas de acciones y el calendario de hoy: nos vamos a asegurar de que cerramos bien la jornada, para conservar la confianza en lo que hacemos y no dejarnos ningún cabo por atar. Al revisar las listas y el calendario vamos a:
    • Asegurarnos de que hemos hecho todo lo que teníamos que hacer hoy. ¿Hay alguna acción que se tenía que realizar hoy específicamente (de las que apuntamos en el calendario) que aún no hayamos hecho? ¿Alguna otra acción que tuviéramos pensado hacer hoy y aún estemos a tiempo? Ahora es un buen momento para hacerlas y tacharlas de la lista.
    • Temas domésticos. Ya que estamos en casa, podemos mirar las acciones del contexto adecuado por si podemos hacer alguna, o quizá atender a otras tareas domésticas que no solemos apuntar.
    • Asuntos pendientes con mi familia. ¿Hay algún asunto que deba tratar con mi pareja o compañeros de piso?
  2. Revisar el calendario del día siguiente: esto nos dará una visión de cómo discurrirá el día, porque veremos qué citas tenemos y los huecos que tenemos entre ellas.Para acabar de preparar el día podemos revisar las listas de próximas acciones por contexto, para saber con qué rellenar los huecos del día que no tenemos asignados a nada concreto. En este momento podemos escoger las acciones más importantes para darles preferencia.
  3. Capturar lo que se nos pase por la cabeza, así liberamos la mente al máximo y nos preparamos para descansar.

Como vemos, es una revisión continua que sigue revisando el calendario y las listas de próximas acciones, pero con pasos específicos que nos ayudan a cerrar el día que acaba y preparar de la mejor forma el día siguiente. De esta forma, podemos descansar tranquilos sabiendo que no nos hemos olvidado hoy de nada, y que mañana no encontraremos ninguna sorpresa.

Fotografía: Today is April 26th, por  Howdy, I'm H. Michael Karshis

Artículo original de Daniel Aguayo en Du Tudú.


 
 

Cosas que puedes hacer desde aquí: